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No puedes respirar, hasta que uno así se muere.

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>>i: ¿Alma usted cree en Dios? >>s: Yo sí, creo en Dios. Cuando yo tenía doce años yo abrí mi corazón a Él y yo creo en Él, desde la edad de los doce años y bueno, puedo testificar que es muy real, porque por lo que te he comentado, acerca de la manera en que yo me crecí, tú sabes, era un bosque y ahí no habían tiendas cerquita, o sea, la tienda más cerca donde tú podías ir a comprar tu comida, es una hora que tienes que caminar, entonces, imagínate en la noche sin luz como vas caminando una hora y más en guerra, ¿verdad? Esta… y pues éramos muy pobres nosotros, no podíamos comprar medicamentos para tener en la casa, entonces, tuvimos muchas situaciones muy difíciles que lo único que pudimos hacer era pedirle a Dios que nos ayudara y él lo hizo. Por ejemplo, uhm… cuando yo tenía dieciséis años, ah… como ya te conté, cerca de mi casa pasa un río y en este río, tú sabes, en tiempo de verano, cuando no llueve este… no hay agua en muchos lugares, pero en los ríos sí hay, entonces, en la tarde bajan muchas serpientes al río a tomar agua y mi casa pues queda cerca del río. Entonces, si tú sales de las seis de la tarde en adelante, es posible que tú te pares en una sin darte cuenta y hay muchas que son venenosas y hay otras que no. Hay serpientes con las que tú puedes convivir, te pueden morder, se te pueden enredar en tu cuerpo y no te pasa nada. Esta… cuando yo tenía dieciséis años, entre dieciséis y diecisiete años, yo un día salí en la tarde afuera, y a mí me picó una víbora de coral, entonces, yo grité a mi padre ¡papá, papá me picó un coral! Y mi papá llamó al vecino, buscaron una lámpara, porque era toda la luz que había y bueno, fueron a buscar un carro, me amarraron muy fuerte para que no regara el veneno a mi cuerpo y me levantaron, inmediatamente para el hospital. Pero imagínate, que en carro, el hospital estaba como a una hora en carro, porque hasta San Miguel está muy lejos. Entonces, dice mi mamá que cuando íbamos cerca de, de, de la primera ciudad, ni siquiera la segunda, porque hasta la segunda estaba el hospital, dice mi mamá que yo me quedé como muerta, me quedé muerta, porque es una experiencia bien horrible, Vania, el veneno cuando te va subiendo, te va, te empieza a hacer tu corazón tan rápido, que sientes que tu corazón palpita en tu garganta y te va quitando el aire. No puedes respirar, hasta que uno así se muere, es una cosa horrible, yo me acuerdo como pasó. Entonces, dice mi mamá que, cuando ella vio que yo iba así, me caí, dice, que ella gritó y dijo ¡Diosito, no me quites mi hija, no te la lleves! Y mi madre estaba llorando y entonces esta, fíjate, Vania, que dice mi madre de que, inmediatamente, abrí los ojos y empecé a respirar otra vez. Esta… bueno, me llevaron adonde un doctor, pero el doctor dijo yo no la… yo no tengo el antídoto para ella, tienen que llevarla a la otra ciudad, y bueno, nos fuimos a la, a la otra ciudad más grande, hasta San Miguel y ahí me internaron y me dieron el antídoto para… para que no me muriera, pero realmente, el doctor estaba muy admirado, porque en El Salvador, si cien personas pica esta víbora, mueren noventa y nueve y vive una. Y entonces, dice el doctor ¿sabes qué? Qué impresionante, que de las cien que pica el coral vive una y esa eres tú. Y mi madre dice yo sé por qué, porque yo le pedí a Dios, que no permitiera que muriera. Y entonces, ah… yo, por eso, yo creo en Dios.